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La sede del Ballet Nacional de Cuba es una joya de la arquitectura


El majestuoso Gran Teatro de La Habana, actual sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC), es un edificio ecléctico considerado hoy como una de las joyas de la arquitectura de la isla.

Ubicado en una concurrida zona, frente al Parque Central de La Habana, el centenario inmueble no pasa inadvertido por la concentración de estilos que le otorgan un aire ecléctico, en el que se distinguen componentes neobarrocos, del renacimiento francés, neoclásicos y hasta del rococó español.

La construcción del edificio, hace casi más de un siglo, se debe al interés de la entonces Sociedad Gallega, la más importante y representativa de la colonia española en la isla a inicios del pasado siglo.

Oriundo de Galicia era el 38 por ciento de los españoles residentes en la nación caribeña, y la institución social buscaba mudarse de su antiguo centro mediante la construcción de otro para expresar la grandeza de la cultura y tradiciones de la Madre patria.

La obra corrió a cargo del arquitecto belga Paul Belau, a quien también se debe el edificio del hoy Museo de la Revolución, antes Palacio Presidencial.

La primera piedra del nuevo Centro Gallego de La Habana se colocó el 8 de diciembre de 1907, y fue un bloque de granito traído para la ocasión directamente desde la localidad de Parga, en Galicia, España.

En 1915, al ser inaugurado, deslumbró a todos por su amplio salón de baile del tercer piso, sus salas para exposiciones y su teatro, el más importante de Cuba durante las siguientes cuatro décadas.

La sala dedicada a las artes escénicas se convirtió en epicentro de excelentes temporadas para beneplácito de la sociedad habanera durante los años 20 del pasado siglo.

Por las tablas del Teatro pasaron los mejores barítonos, sopranos, tenores y contraltos de la escena mundial, entre ellos los italianos Guido Ciccolini, Lucrecia Bori, Beniamino Gigli y Enrico Caruso, o el guitarrista español Andrés Segovia.

También actuaron allí la actriz francesa Sara Bernhardt, el músico ruso Serguei Rachmaninov y el músico polaco-estadounidense Arturo Rubinstein, así como la bailarina Anna Pavlova.

Se dice que, además de los ventajosos contratos, los visitantes venían también a comprobar las características del centro, del cual se afirmaba que su acústica sólo era superada por la de La Scala de Milán o la del Teatro de la Pera de Viena.

El entonces llamado Teatro Nacional del Centro Gallego de La Habana se benefició de las características del Teatro Tacón, una instalación anterior ubicada en el mismo lugar, que desde su fundación en 1838 y hasta su fin resultó el mayor y más prominente centro cultural de la Cuba española.

El Tacón ocupaba un lugar entre los mejores teatros del mundo, con capacidad para más de 2.000 personas sentadas, e incluía 90 palcos, 552 lunetas, 112 butacas, 601 asientos en la tertulia y 602 en la llamada cazuela o claque.

Los constructores del Centro Gallego respetaron el diseño del añejo teatro hasta el mínimo detalle, con lo cual garantizaron una excelsa calidad, luego comprobada al acoger la sede principal del Ballet Nacional de Cuba y donde esa prestigiosa compañía materializa sus temporadas anuales.

En su interior se encuentran varias salas de teatro y galerías de arte, además de ser la sede del BNC y de La Pera de Cuba.

La salas Antonín Artaud y Alejo Carpentier son muy concurridas por lo interesante de sus propuestas, pero la más popular es la majestuosa Sala Federico García Lorca, testigo de las más exquisitas presentaciones de diferentes compañías danzarias, de la ópera, de los grupos líricos y de orquestas sinfónicas.

Todos los años, el BNC entrega el Premio Anual del Gran Teatro a una de las figuras que hayan subido a sus tablas.


[Fuente: El Pueblo en línea]

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