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Joderte la vida

TEODORO SANTANA 


14 de noviembre de 2012. Alfonso Fernández, un joven trabajador de Vallecas (Madrid), sale de su casa, acompañado de su novia, para sumarse a las movilizaciones de la Huelga General. A los pocos metros son detenidos por la policía secreta. Algo más allá, otra persona, al ver la acción de la policía, tira una bolsa y echa a correr. Los policías interrogan a Alfonso sobre esa otra persona. Alfonso, Alfon para sus amigos, explica que no la conoce. Los policías le dicen que si no lo identifica se va a comer él “el marrón”.

Según la versión policíaca, la bolsa contenía dos pequeñas botellas de plástico con gasolina y dos sprays de pintura. Le arrestan asegurando que Alfon era el que llevaba la bolsa, a pesar de que sus huellas dactilares no aparecen ni en la bolsa ni en nada de su interior. Ante la contradicción, aseveran que Alfon llevaba guantes. Por supuesto, no aparece ninguna clase de guantes por ningún lado.

Acusado de “tenencia de explosivos”, es encarcelado sin fianza por alarma social. Cuando su abogado recurre esa figura judicial inexistente, se cambia el motivo por riesgo de fuga. Desde ese 14N Alfon está preso. Se le aplica la modalidad de prisión incomunicada para terroristas de Al Quaeda. Los medios de comunicación del régimen ocultan el escándalo. Como es lógico, Alfon ha perdido no sólo la libertad, sino su trabajo.

Para los pocos que podemos enterarnos de la historia, queda una vez más claro en qué consiste la “democracia” burguesa. La vida (y la hacienda) de cualquiera está al albur de la palabra de un policía o del capricho de un juez. El Estado demuestra así su poder omnímodo. Aviso a navegantes, especialmente a navegantes que se atrevan a protestar.

No sólo nos joden la vida con despidos, recortes de salarios, aumento de la jornada laboral, recortes en sanidad y educación, restricciones en derechos sociales, y un largo etcétera. También nos la pueden joder impunemente de forma directa, usando crudamente la violencia del Estado. El fascismo ya no necesita vestir camisas pardas, negras o azules, ni llevar cruces gamadas, fascios o yugo y flechas. Todo es muy “civilizado”, incluida la pura barbarie judicial.

Tras los gruesos muros de la prisión, Alfon no podrá leer este artículo: no le dejan. Pero si alguien consigue hacerle llegar unas palabras a la oscuridad en que le tienen secuestrado, díganle que este corazón, y miles de corazones, laten con él al unísono.

Para él y para todos los presos políticos del Estado español, todo el apoyo, toda la solidaridad, todos los puños.

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