RENATO CESAR y RICARDO AYALA
Desde el 11 de enero Malí está bajo intervención francesa, con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU y la colaboración (aunque no como Francia quisiera) de las principales potencias imperialistas.
La justificación del presidente “socialista” Hollande es el “combate al terrorismo”. Es la misma excusa de los EEUU para invadir y ocupar Afganistán e Iraq. Pero la intervención imperialista francesa no tiene otro objetivo que mantener el control sobre su ex-colonia.
Con extrema arrogancia, el gobierno francés habla de impedir que se instale la “barbarie” salafista, ¡como si las bombas de sus aviones sobre las ciudades, que caen sobre la población civil, no fueran la expresión de la barbarie imperialista! No será la intervención del imperialismo francés, uno de los mayores responsables de la pobreza extrema de África, la que libere al continente del hambre y el retraso secular. Si las intervenciones imperialistas fueran garantía de progreso, África sería muy próspera.
La excusa de la intervención, la lucha contra los “extremistas islámicos”, es la tapadera para mantener las fronteras imperialistas de África y para que las empresas francesas sigan controlando las materias primas de esta región. Es una guerra de agresión colonial en apoyo a un régimen títere cuyo objetivo es masacrar al pueblo tuareg que lucha por su autodeterminación.
LAS FRONTERAS DE MALI
Mali fue colonia francesa desde finales del XIX hasta 1960, en que conquistó su independencia. Después de la crisis de la deuda de los 80, este control se reforzó con la privatización y la presencia de multinacionales franceses en las minas de uranio, la telefonía (Orange), electricidad (Bouygues), algodón…
Uno de los grandes problemas de Mali, consecuencia de la presencia imperialista, es la división entre los pueblos de la región. Entre estos se encuentran los tuaregs, que habita una zona entre Argelia, Mali, Níger, Libia, Chad, Burkina-Fasso y Nigeria. Existen entre 1 y 1’5 millones de tuaregs. Desde la independencia de Malí los conflictos con este pueblo fueron constantes, pues reivindica su propio Estado nacional.
El Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), grupo nacionalista laico que lucha por la autodeterminación tuareg, tomó las ciudades de Ménaka, Aguelok y Tessalit. El gobierno de Toumani Touré desplazó tropas para sofocar el avance tuareg. Pero el ejército fue derrotado, lo que provocó un golpe de Estado en marzo, liderado por el capitán Amadou Sanogo y apoyado por el imperialismo francés. A finales de mayo, el MNLA y Ansar Dine declararon el Estado independiente de Azawad, que no fue reconocido por ningún país de la región. Este es el verdadero telón de fondo de la intervención.
En este escenario, Francia fue abriendo las puertas de una intervención armada. El antiguo jefe de la diplomacia de Sarkozy, Juppé, declaró en febrero de 2012 que la clave era la “integridad territorial de Malí”. La política de Hollande siguió el mismo camino. Una de sus maniobras fue conseguir el visto bueno de la ONU en octubre de 2012 para preparar una intervención. El 20 de diciembre el Consejo de Seguridad aprobó el envío de militares.
¡ABAJO LA INTERVENCIÓN IMPERIALISTA FRANCESA!
El imperialismo francés, encabezado por el gobierno “socialista”, justifica la intervención en “detener la amenaza terrorista”, pero su objetivo es garantizar la división de África como la fijaron hace más de un siglo los imperialistas, separando pueblos con las mismas tradiciones y lenguas en diferentes Estados para garantizar el saqueo imperialista.
La postura del Partido Comunista Francés (PCF) y el Parti de Gauche (PG) de Melenchon, las principales organizaciones del Front de Gauche (FdG), es lamentable: no han condenado la intervención. Y para colmo, aducen que la agresión colonial debería ser llevada a cabo “bajo la bandera de la ONU (PCF)”. Es decir avalan una agresión colonial y, al exigir que la intervención sea llevada a cabo bajo la bandera de las Naciones Unidas, plantean que los demás Estados imperialistas se impliquen en la agresión colonial. Es lo mismo que exige el imperialismo francés. En definitiva, la declaración del PG y del PCF es de solidaridad con la agresión imperialista.
La intervención francesa en la guerra civil de Mali dista mucho de los objetivos “humanitarios”. La apuesta por la energía nuclear como principal proveedor de energía para a la industria y los hogares, hace que tres cuartas partes de la electricidad que genera Francia provenga del uranio. Además la exportación procedente de sus plantas asciende a 3.000 millones de euros. Lo que intenta evitar Hollande con la intervención en Mali es una crisis en el suministro de uranio. Y, por tanto, un alza en los precios de la energía que acabaría por profundizar la crisis económica en Francia. La dependencia de este mineral es, por consiguiente, vital para las empresas francesas. Los yacimientos conocidos en la región, que cruzan las fronteras de varios países, se estiman en 5 mil toneladas de uranio. En Níger, a 200 km. de la frontera con Mali, son explorados por la empresa francesa Aréva y las reservas que alberga Mali están en el punto de mira de esta empresa.
Estamos ante una agresión colonial en toda regla. Igual que hizo Bush, la intervención militar de Hollande se hace con los mismos argumentos para esconder los mismos objetivos: el pillaje colonial.
Es urgente desenmascarar la política imperialista francesa, emprender una campaña contra la intervención y desenmascarar la unión sagrada que, en nombre de los “derechos humanos”, perpetrará una nueva matanza en África.
¡Fuera las tropas francesas de Mali!
¡No a la agresión colonial!
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