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Supervivencia del dólar, detrás de las tensiones EEUU-China

FINIAN CUNNINGHAM 


La escalada de las tensiones militares entre Washington y Pekín, en el Mar de China Oriental, se debe superficialmente a la declaración unilateral de China de una zona de defensa aérea. Sin embargo, la verdadera razón de la ira de EEUU es el reciente anuncio del país asiático de su intención de reducir sus tenencias en dólares estadounidenses.

Esta decisión de deshacerse de algunos de sus 3,5 billones de reservas en dólares, en combinación con el aumento del comercio mundial de China en petróleo, basado en monedas nacionales, presenta una amenaza mortal para el petrodólar estadounidense y para toda la economía norteamericana.

Esta amenaza a la viabilidad de EEUU -ya tambaleándose en la quiebra, una deuda récord y la crisis social- explicaría por qué Washington ha respondido con tanta beligerancia a la declaración de China de crear una zona de identificación de defensa aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés) la semana pasada que se extiende a unos 400 kilómetros de su costa en el Mar de China Oriental.

Pekín dijo que la zona estaba destinada a detener las maniobras militares intrusivas de aviones espías estadounidenses en su territorio. Los EEUU han estado llevando a cabo vuelos militares sobre territorio chino durante décadas, sin dar la más mínima notificación.

En abril de 2001, un piloto de caza chino murió cuando su avión chocó con una aeronave espía de EEUU. La tripulación norteamericana sobrevivió, pero el incidente provocó un escándalo diplomático, donde Pekín dijo que era una muestra de la ilegal y sistemática violación de la soberanía china por parte de Washington.

Pocos días después de que China anunció su nueva ADIZ, la semana pasada, los EEUU enviaron dos bombarderos B-52 a dicho espacio aéreo, sin realizar la notificación de las trayectorias de vuelo requerida por Pekín.

Los aliados de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, también enviaron aviones militares en un desafío a China. Washington rechazó la zona declarada por Pekín y afirmó que era espacio aéreo internacional.

Una segunda intrusión en la zona aérea reclamada por China involucró a aviones de vigilancia de los Estados Unidos y hasta 10 aviones de combate F-15 japoneses fabricados en el país norteamericano. En esa ocasión, Pekín respondido con más fuerza al enviar aviones de combate SU-30 y J-10, que persiguieron a las aeronaves extranjeras infractoras.

Muchos analistas consideran que las últimas tensiones son parte de la disputa entre China y Japón sobre las islas conocidas como Diaoyu y Senkaku, respectivamente, situadas en el Mar de China Oriental. Ambos países reclaman su propiedad. Las islas están deshabitadas, pero el mar que las rodea es una rica zona de pesca y se cree que en su fondo marino pueda contener enormes reservas de petróleo y gas.

Al reclamar el espacio aéreo sobre las islas, China parece estar añadiendo a sus derechos territoriales las islas en disputa.

En una advertencia provocadora a Beijing, el secretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, reiteró esta semana que el pacto militar EEUU-Japón de décadas de antigüedad cubre cualquier infracción por parte de China a la reclamación de Japón sobre las islas Diaoyu/Senkaku.

Es difícil justificar la postura de Washington y Tokio sobre el tema. Las islas están mucho más cerca de la parte continental de China (250 millas) que de Japón (600 millas). Pekín alega que, por siglos, las islas fueron parte de su territorio hasta que Japón las anexó en 1895 durante su expansión imperialista, que finalmente llevó a una invasión total y a la guerra agresora contra China.

También, como Pekín señala, los EEUU y su aliado de posguerra japonés han declarado sus propias zonas de defensa aérea. De hecho, es inconcebible que aviones espías chinos y bombarderos puedan transgredir sin anunciarse la Costa Oeste de los EEUU, sin que el Pentágono pida duras represalias.

Además, los mapas muestran que la zona de defensa aérea respaldada por EEUU que se extiende desde el sur del territorio nipón, va mucho más allá de cualquier límite razonable a medio camino entre China y Japón. Esta imposición arbitraria respaldada por Washington sobre la soberanía territorial china es vista así como una convención arrogante, creada y mantenida por la Casa Blanca durante décadas.

Los Estados Unidos y sus medios de comunicación controlados están presentando de forma absurda la recién declarada zona de defensa aérea china, anunciando que Pekín está "haciendo demostraciones de fuerza y avivando las tensiones." Mientras, Washington afirma que está defendiendo noblemente a sus aliados japoneses y surcoreanos del expansionismo chino.

Sin embargo, es la jugada de China de abandonar el dólar de EEUU la causa más probable del militarismo de Washington hacia Pekín. La aparente discusión sobre el territorio aéreo y marítimo, a los que China tiene amplios derechos, no es más que un pretexto para los EEUU para movilizar a sus fuerzas armadas y, en efecto, amenazar a China con una agresión.

En los últimos años, China se ha estado moviendo gradualmente lejos de la hegemonía financiera de EEUU, que se basa en el dólar norteamericano, la moneda de la reserva mundial y, por convención, el método estándar de pago en el comercio internacional y, en particular, en el de petróleo. Esta disposición es obsoleta, dado el estado de quiebra de la economía estadounidense. No obstante, permite que los EEUU continúen con sus atracones de créditos.

China -la segunda mayor economía del mundo y un importador fundamental de petróleo- tiene o está buscando acuerdos comerciales petrolíferos con sus principales proveedores, entre ellos Rusia, Arabia Saudita, Irán y Venezuela, lo que implicará el intercambio de monedas nacionales. Ese desarrollo presenta una grave amenaza para el petrodólar y su estatus de reserva global.

La última jugada de Pekín, el 20 de noviembre, una notificación de su intención de cambiar sus tenencias de divisas de riesgo de los bonos del Tesoro de EEUU por una mezcla de otras monedas, es un presagio de que los días de la economía estadounidense están contados, como señalara Paul Craig Roberts la semana pasada.

Por supuesto, hacer esto es un derecho legítimo de China, como lo son sus reivindicaciones territoriales. No obstante, en la mentalidad imperialista y megalómana de Washington, la "amenaza" a la economía de EEUU y su forma de vida endeudada se percibe como un acto tácito de guerra. Es por eso que Washington está reaccionando con tanta furia y desesperación ante el corredor aéreo recién declarado por China. Es un pretexto para que los EEUU aprieten su puño de hierro.


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