ALEXANDRA K.
Ni nuestros derechos como trabajadoras ni nuestros derechos como mujeres estaban asegurados. El sistema capitalista y el régimen nacional-católico borbónico siempre están a la quita. Ha bastado la excusa de la crisis económica y el triunfo por mayoría absoluta del partido franquista para que nos hagan retroceder, una vez más, a tiempos verdaderamente oscuros.
Empresa por empresa, las primeras sacrificadas en el altar del despido somos las mujeres. Los recortes en los servicios públicos, especialmente en Educación y Sanidad, se llevan por delante, sobre todo, el empleo femenino. Y las que aún conservamos un trabajo, vemos como han bajado drásticamente nuestros salarios, nos aumentan la jornada laboral sin pagarnos las horas extras y somos sometidas a un rebrote del acoso sexual por parte de los patronos.
Para garantizar los fabulosos beneficios de los banqueros y los grandes oligarcas, nos roban nuestros salarios, dejan sin educación de calidad a nuestros hijos, nos quitan la sanidad universal, nos desahucian de nuestras casas botando nuestras familias a la calle…
Por si fuera poco, la oleada fascista se lanza ahora a suprimirnos el derecho elemental a decidir sobre nuestro propio cuerpo y sobre nuestra maternidad. La ofensiva integrista del Opus Dei y otras sectas católicas en el Gobierno demuestra una crueldad machista extrema.
En esto también se ve que la nuestra es una lucha de clases. Las señoritingas burguesas podrán ir a abortar con todas las garantías a Lisboa, Londres o París. Las pobres –y especialmente las pobres de este archipiélago africano a dos mil kilómetros de la metrópoli– tendremos que volver a jugarnos la vida en infames cuchitriles.
Este es un triste Día Internacional de la Mujer Trabajadora en el Estado español. Volvemos a la Edad Media, a la pobreza, a la sumisión. La única alternativa que nos ofrece el partido fascista es dar en adopción nuestros hijos o meternos a putas.
Pero me niego a llorar, me niego a rendirme. No hay otro camino que el de la lucha, el camino del combate implacable y resuelto contra el machismo y contra el capitalismo. Por nosotras. Por las hijas que tengamos si así lo decidimos. Por todas las trabajadoras. Y por los compañeros que luchan con nosotras.
Hay que pelear. Y no un día, sino toda la vida.
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