DANIEL JOHNSON
Un refrán kurdo dice: “Cuando una gata quiere comerse sus crías, dice que parecen ratones.”
En el año 1962, en vísperas de la invasión norteamericana a Vietnam, la película propagandística estadounidense “Red Nightmare (Pesadilla roja)”, mostraba a los del bloque comunista como seres belicosos, engañosos y fanáticos semi-humanos.
El filme producido por la compañía Warner Brothers representa un pueblo comunista ficticio “en algún lugar detrás de la cortina.” El pueblo “es símbolo de la traición - del largo alcance de la conspiración comunista”, y es la base de un monstruo ideológico totalmente corrupto. Esta bestia oriental persigue los sueños del protagonista “Jerry”, lavando el cerebro de su esposa y enviando a su hermosa hija adolescente “Linda” a un campo de entrenamiento, donde le hacen cumplir un grupo de tareas con una unidad de soldados comunistas. Ni siquiera la iglesia local escapa, al ser transformada en un centro de adoración de todo tipo de cosas comunistas, donde los niños aprenden historia comunista y que “¡Alexander Graham Bell era ruso -no estadounidense!”
No cabe duda de que esas películas ayudaron a los estadounidenses a dormir por las noches, mientras sus valientes soldados lanzaban millones de galones de armas químicas sobre la población de Vietnam (un crimen de guerra que provocó terribles deformaciones y enfermedades severas en tres generaciones de vietnamitas).Tampoco hay dudas de las más recientes producciones de Hollywood presentando a los árabes bajo la misma luz (Mentiras verdaderas, Fuerza Delta, Muerte antes que deshonor, Reglas de compromiso, etc.) hace que los estadounidenses se sientan mejor respecto a la marea de sangre que su gobierno ha desatado por el mundo árabe.
En el sucio mundo de la política internacional, demonizar a las naciones es una práctica habitual, pero intentar demonizar a Irán conlleva mayores problemas para la propaganda beligerante. Desde la Mezquita roja de Shiraz hasta el palacio Golestán de Teherán. Desde la Masyed-e Yomé de Isfahán hasta Tabriz y su bazar. Desde la catedral de Vank hasta la capilla de Dzordzor. Desde Persépolis hasta Pasargada, Irán es simplemente un país demasiado civilizado para ser mostrado como un remanso de barbarie. Las miniaturas persas, las alfombras persas, la caligrafía persa, la gastronomía persa, el cine y la poesía persas - urdimbre y trama de una de las tradiciones culturales más ricas del planeta - todo se posiciona en contra de estereotipos fabricados sobre el Islam, los musulmanes y Oriente Medio.
Las personas de la esfera cultural persa y los iraníes de la diáspora tienen que empeñarse para preservar los logros pasados y presentes de esta cultura y educar al mundo sobre ella. La belleza trasciende las divisiones nacionales, raciales y religiosas, y su luz puede iluminar las sombras con las cuales el hombre inferior pretende fomentar la discordia.
Irán es ubicado únicamente como un país que desafía la monocultura dominante, no desde una posición de inferioridad, sino como fideicomisario de una de las mayores civilizaciones en la historia humana. La belleza de su arte, su literatura, su lengua, es su mayor arma contra los intentos de demonizar y denigrar su imagen. Siempre que los enemigos de Irán intenten avivar las llamas del odio en su dirección, el país persa debería prepararse para extinguirlas con agua de rosa y jugo de granada.
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