TEODORO SANTANA
Las condiciones están dadas. La crisis
agónica del capitalismo imperialista avanza en olas de recortes y
ajustes contra los asalariados y la pequeña burguesía. A más recortes, a
más abusos, más cae el consumo y más se recrudece la crisis.
Incapacitados por su propia ideología, ni los capitalistas
euronorteamericanos, ni sus políticos lacayos ni sus economistas a
sueldo, son capaces de vislumbrar una salida. Y la rueda de más paro,
hambre y miseria sigue girando.
Pero, como ocurre siempre en la
historia, las ideas van por detrás de los hechos. La mente humana se
resiste a afrontar la realidad cuando esta le roba cualquier esperanza,
salvo la de jugárselo todo a vida o muerte. Y la propaganda mediática
alimenta esa renuencia. Con majadería goebbelsiana insisten en que
“hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, en que “no queda
más remedio” que deteriorar la sanidad, la educación o los servicios
sociales, en que “nos vemos obligados” a recortar pensiones y salarios
y, sobre todo, en que la de la crisis “saldremos en unos años”.
¿Funciona? Claro que funciona.
Preferimos creer esas débiles mentiras a llegar a la conclusión de que
hay que implicarse personalmente en cambios drásticos. Porque en el
fondo sabemos que los grandes propietarios no van a permitir
pacíficamente que les nacionalicemos los bancos ni las grandes
corporaciones. Y muy desesperados tenemos que estar para lanzarnos a esa
batalla.
Pero la desesperación va a seguir
creciendo, cada vez más, hasta alcanzar un punto crítico. Hasta que las
esperanzas terminen por esfumarse. Hasta que la inanición nos muerda
personalmente a todos y cada uno.
No bastará con esa realidad objetiva.
Para “hacer algo” hay que saber qué hacer, cómo hacerlo, a dónde
dirigirse. Dejar de ser “masa” manipulada para convertirnos en
individuos organizados. Y para ello es precisa la existencia de una
vanguardia con una gran comprensión de la realidad económica, social y
política, que actúe como estado mayor. Y que sea reconocida como tal. Es
imprescindible una herramienta política que haga las condiciones subjetivas
se pongan a la altura de las tareas objetivas. Que sirva para ganar
primero la batalla de las ideas para poder ganar la batalla política.
Lo que quiere decir, ni más ni menos,
que la cuestión del Partido (para la que es crucial la
unidad de los comunistas) está a la orden del día. Mientras tanto, como
decía Agostinho Neto, se acumulan las nubes al soplo de la Historia.
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