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El blanqueo y la navaja de Ockham

ALEXANDRA K. 


Imagínese que necesita usted poner en circulación legal 1,4 millones de euros para, pongamos, comprar tremendo caserón en, digamos, Barcelona. Y que para blanquear esa cantidad se le ocurre hacer ver que provienen de unas ventas de propiedades. Imaginemos que usted no posee tales propiedades, pero es una persona tan "importante" que si entra en el despacho de cualquier notario, las reverencias de éste le harán golpearse la frente con la mesa. O que cuenta usted con tal influencia en Hacienda, que cualquier alto cargo del fisco tendría la misma actitud genuflexa. Imagínese que está usted tan por encima de toda sospecha que se siente impune para hacer cualquier enjuague.

Ahora supongamos que, por hache o por be, pocos años después el enjuague sale a la luz. Un informe que se envía a un juez descuidadamente, pongamos por caso. Como cuando una es atrapada en el lecho conyugal con otro, usted lo negaría todo. Hasta añadiría eso tan socorrido de "esto no es lo que parece". O aquello otro de que ha habido "un error en el DNI", por mucho que el suyo sea rarito, excepcional y poco dado a trabucarse al teclearlo.

Si tal cosa inverosímil ocurriera, podríamos aseverar que a usted le han trincado con las manos en la masa. O, en esa otra expresión tan española, "con el carrito de los helados". Aunque cabe suponer, si fuera cierta su especial "importancia", que tirios y troyanos -dueños de medios de comunicación- acudirían en su ayuda oscureciendo lo más posible el asunto. Desde luego, no llega una a imaginarse lo que haría Hacienda para salvar su "honor ofendido".

Comprenderá usted que estoy fantaseando demasiado. Estas cosas no ocurren en un país "democrático".

Y además, en cualquier caso, siempre cabría una explicación alternativa a las mismas revelaciones. Sin ir más lejos, un complot judeo masónico marxista que se las ingenia para que en la base de datos de Hacienda aparezcan unas cuantas ventas ficticias de propiedades que le involucren a usted. Que varios auxiliares administrativos en diferentes delegaciones provinciales de Hacienda formen, en realidad, parte de una célula republicana bolchevique empeñada en introducir su exótico DNI en un jaleo de los de no te menees. Que aprovechando una impensable conjunción astral de 13 errores en cuatro notarías y otros tantos registros, tales conspiradores utilizen su terrible poder para manchar su imagen, la de su familia y la de Hacienda.

Esto, claro, ya tiene más pinta de explicación oficial, dónde vamos a parar.

A estas alturas, se preguntará usted a que viene poner lo de la navaja de Ockham en el título, aquello de que «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la correcta». Pues nada, boberías de una por hacer bonito.




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