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José María Millares Sall: Liverpool


JOSÉ MARÍA MILLARES SALL 


Sobre vuestros curtidos rostros de paloma endurecida,
sobre vuestras sonrisa de sal y vino agrio, ya sobre los duros cristales de la niebla,
está mi alma están mis ojos, amigos,
y sobre el último dolor de la tierra,
y sobre el último dolor de mis manos tanteando el duro cemento de un puerta vacía,
y sobre la última agonía de las agujas está flotando mi corazón, señores, mi corazón.

Por favor, abridme paso, dejadme cruzar este túnel de plomo,
que quiero ser el primero en llegar con mi sangre a los muelles de Liverpool.

[...]

Oh, Liverpool, Liverpool.
Y no es más que un triste cargamento de pescado que se pudre,
y yo en sus piedras, un poeta que se cansa de sus mujeres y de sus calles.
Oh, Liverpool, Liverpool.
Oliendo a sudor y a manos que se aburren en un vaso turbio de ginebra.
Sobre fardos de algodón y de lino y de murciélagos,
o bajo la húmeda lona que cubre las mercancías,
duermen cuerpos humanos, brazos y piernas y cabezas de plomo,
bajo la luz y bajo la niebla y bajo las sirenas que penetran
hasta sus oídos de lumbre enferma.
Eh, tú, que viene el alba como un tren descarrilado desde las últimas colinas del mundo.
Ya las cubiertas se apagan, y a lo lejos sólo brillan las estrellas
y del otro lado las tristes luces de vuestras calles,
y aquella boca fría de acento inglés,
y aquellos cabellos amarillos de lengua extraña,
Oh, yes, yes, miss Fly, I need you.
Sí, pero hemos de separarnos como la niebla
que abandona los altos puentes del mundo.
Un trasatlántico saludo, boy.
Oh, Liverpool, Liverpool.
Las mismas aguas untadas de aceite y las mismas carnes
de acero sobre ellas flotando,
y las mismas gorras sobre idénticos cráneos de agua y sal,
y los mismos brazos con sus anclas de tinta y sus sirenas desnudas,
y un triste corazón en una esquina del brazo, oculto
como un perro frío,
y los mismos gestos, y las mismas fatigas, y los mismos saludos,
y los mismos ojos que lloran la ausencia de otras carnes.

Ah, pero yo soy sólo un poeta sobre estas calles,
sobre esta simetría exacta, donde cada zaguán es un vómito de vino,
donde cada cabeza es una bola de acero hundida sobre los hombros,
donde cada esquina es como un filo de navaja,
donde cada portal es un grupo de sangre,
un vaso de sangre a la intemperie,
donde en cada ventana una joven inglesa se desnuda fríamente,
donde una sombra de vino se pasea por los muelles
ofreciendo una bandeja de labios cortados,
ya enlazados en un nudo de sangre y de armonía,
donde yo, entonces, cubro mi rostro en otro rostro para buscar el mío,
exactamente el mío.
Ah, pero el aire es frío y penetra por mis carnes duramente
y ya el alba en mis ojos duramente se agrupa, y entonces me incorporo
y alargo hasta la bruma mi lengua española
y cuelgo mi esqueleto sobre un árbol para siempre de mi carne.
Oh, Liverpool, Liverpool.
Good bye, miss Fly, mis extraños amigos, good bye.
Oh, Liverpool, Liverpool.

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