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Propuesta de nuevo símbolo del PCE, más adecuado a sus principios y actuación política |
Recientemente hemos conocido la noticia de que el Partido Comunista Francés ha retirado de sus símbolos la hoz y el martillo comunistas. El siguiente paso es, seguramente, como sucedió con el histórico Partido Comunista Italiano en 1991, cambiar de nombre y adoptar uno más sincero con sus actos y su verdadera ideología: Partido Demócrata de Izquierda (como sucedió con el italiano), Partido Socialdemócrata Francés, o algo así.
El Partido Comunista Francés, como el Partido Comunista Italiano y el Partido Comunista de España, fueron los principales representantes del conocido Eurocomunismo, surgido en la segunda mitad del siglo XX, y que se fue progresivamente alejando de la Unión Soviética y del Socialismo Real para acabar convirtiéndose en satélites y aliados de los partidos socialdemócratas nacionales.
En España, fue Santiago Carrillo el traidor que lideró el camino eurocomunista que, en realidad, no es más que un proceso de desideologización, que llevo a que el Partido Comunista de España (único de los tres citados más arriba que aun mantiene unos símbolos que ya no representa) a pactar, tras la muerte del dictador que había masacrado a los españoles durante cuatro décadas, la perpetuación del régimen fascista con un poco de maquillaje democrático, e incluso la aceptación de la bandera de la dictadura, de la monarquía y de un rey nombrado a dedo por el general Franco, mientras dejaba en el olvido más absoluto, en las cunetas de todo el país, a los miles de ejecutados republicanos y antifascistas, muchos de ellos miembros del propio partido comunista.
Lo mejor que podría hacer el Partido Comunista de España, para dejar de intentar parecer lo que hace muchos años que no es, es seguir el ejemplo de sus vecinos franceses. De hecho, en realidad algo así fue realmente lo que sucedió con la creación de Izquierda Unida en 1986, que no fue más que el intento de esconder las siglas tradicionales del comunismo español tras una coalición de pequeños partidos sin apenas importancia, para darle un carácter aparentemente moderno, a la usanza de lo que estaba sucediendo en otros países del entorno, y adecuándolo más todavía, después de las repetidas traiciones perpetradas en la transición, a su efectiva complicidad con el régimen liberal y la dictadura del capital.
En resumen, el Partido Comunista de España debería dar un paso más en el proceso en el que lleva sumido hace mucho tiempo (en realidad, desde antes del final del franquismo) y renunciar a lo que ya no es. O, todavía mucho mejor, autodisolverse, dejando sola a la socialdemócrata I.U., su rostro público, y que ya abandonó en sus banderas e imagen corporativa los tradicionales símbolos de la clase obrera y del comunismo.
De este modo, tanto el PCE como su verdadera cara, Izquierda Unida, podrían dedicarse, sin el lastre del pasado y el recuerdo de la gloriosa historia de lucha y combate contra el capital de la clase obrera española, a hacer lo que llevan haciendo desde hace mucho tiempo: es decir, servir de escolta y de muleta en la fraudulenta democracia representativa a los mafiosos del PSOE, y continuar, ya sin miedo a que les recuerden que deberían ser representantes de la clase obrera y vanguardia de su lucha contra la oligarquía capitalista, con los negocios en los consejos de administración de las grandes empresas publicas y en los escaños y consejerías de parlamentos o ayuntamientos.
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