TEODORO SANTANA
En septiembre de 2008 irrumpía en la escena política canaria un pequeño pero dinámico partido que venía a ocupar el desierto espacio del comunismo antiimperialista y anticolonialista en nuestro país. Durante su existencia, hasta el 24 de febrero de 2012, en que se integra en el PCPC-PCPE, el Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC) desarrolló una intensa labor teórica y propagandística, dedicó un enorme esfuerzo a la formación teórica de sus militantes y simpatizantes (con los cursos de la Escuela Nacional de Cuadros Guillermo Ascanio) y libró una batalla decisiva contra el fascismo independentista, en una época que éste arrastraba tras de sí a una desnortada izquierda independentista.
Pero no cabe duda que en lo que el PRCC derrochó su energía de forma radical y generosa fue en la batalla por la Unidad. Por la unidad comunista, en primer lugar, y por la unidad de toda la izquierda en un frente unido de resistencia, que resumía en la fórmula “la Unidad es la revolución”. A los cientos de artículos, documentos y propuestas de unidad, acompañaron decenas de reuniones con organizaciones de la izquierda, con sindicalistas y con militantes individuales.
Fruto de ese esfuerzo fue la política de Bloque Comunista, en la que se sumó el PCC-PCE y al PCPC-PCPE, que se escenificó por primera vez en abril de 2010 y en el 1º de mayo de ese año. Y que abrió la esperanza para militantes y comunistas sin partido, quebrando, al menos momentáneamente, el inveterado sectarismo –y hasta la incomunicación– que había reinado entre nuestras filas.
Pero no cabe duda que en lo que el PRCC derrochó su energía de forma radical y generosa fue en la batalla por la Unidad. Por la unidad comunista, en primer lugar, y por la unidad de toda la izquierda en un frente unido de resistencia, que resumía en la fórmula “la Unidad es la revolución”. A los cientos de artículos, documentos y propuestas de unidad, acompañaron decenas de reuniones con organizaciones de la izquierda, con sindicalistas y con militantes individuales.
Fruto de ese esfuerzo fue la política de Bloque Comunista, en la que se sumó el PCC-PCE y al PCPC-PCPE, que se escenificó por primera vez en abril de 2010 y en el 1º de mayo de ese año. Y que abrió la esperanza para militantes y comunistas sin partido, quebrando, al menos momentáneamente, el inveterado sectarismo –y hasta la incomunicación– que había reinado entre nuestras filas.
La estrategia que seguía el PRCC era la de que la unidad de los comunistas fuese el núcleo que hiciera gravitar hacia un amplio frente de resistencia, primero, y de contraofensiva después, a toda la izquierda anticapitalista canaria. Desde luego, no concebida esta unidad como una suma de “personalidades” y sus respectivos "séquitos", como una mera operación electoralista envuelta en un lamento por los derechos perdidos y en la fantasía de la vuelta al "Estado democrático y social de derecho", puramente constitucionalista y dentro del sistema.
Por el contrario, la política del PRCC era la de una unidad en torno a alternativas programáticas anticapitalistas, de claro avance hacia el socialismo, que desborden el estrecho marco del régimen de capitalismo monopolista español. Y sustentadas en una dinámica asamblearia obrera y popular, y no en un simple acuerdo por arriba. Reiteradamente intentamos que por las distintas organizaciones entraran en el debate programático, para el que hicimos propuestas muy concretas, pero todas eludían entrar en ese debate.
Dadas las condiciones realmente existentes, el PRCC entendió que no quedaba margen ni tiempo para seguir posponiendo la unidad de los comunistas para la que, si bien no se daban las condiciones ideales que se necesitaban, debía llevarse a cabo sí o sí cuanto antes, ante la ofensiva implacable y acelerada de la oligarquía con la excusa de la crisis.
Lo cierto es que el PRCC hizo todo lo posible, y lo imposible, hasta inmolarse en aras de la Unidad, confiando en que nuestro ejemplo desinteresado y generoso estimulase las actitudes unitarias y favoreciera el desarrollo de nuevas dinámicas en el seno de los comunistas y del conjunto de la izquierda canaria.
Eso no quiere decir que quienes militábamos en el PRCC renunciáramos a nuestros objetivos, sino todo lo contrario, tal como expusimos en el documento Dos consideraciones, cuatro temas de debate y una propuesta que dirigimos al PCPC-PCPE el 31 de enero de 2012, e incluso se recoge en la propia Declaración de unificación. Simplemente, cambiaba el escenario de nuestra lucha.
La valoración que toca ahora, no sólo a quienes militábamos en el PRCC, sino a todos los comunistas, es qué avances se han producido desde esa unificación, qué paisaje queda tras la desaparición del PRCC de la escena política canaria. ¿Ha avanzado la política de unidad comunista? ¿Avanza la política de unidad de la izquierda en torno a un programa anticapitalista? ¿Mejoran el nivel ideológico y político, la formación, los estilos y métodos de trabajo? ¿Nos estamos poniendo a la altura que las tareas del momento requieren?
Sólo si se progresa en esos terrenos, podremos decir que el sacrificio del PRCC habrá sido útil a la causa del comunismo, a la causa de los trabajadores.
Por el contrario, la política del PRCC era la de una unidad en torno a alternativas programáticas anticapitalistas, de claro avance hacia el socialismo, que desborden el estrecho marco del régimen de capitalismo monopolista español. Y sustentadas en una dinámica asamblearia obrera y popular, y no en un simple acuerdo por arriba. Reiteradamente intentamos que por las distintas organizaciones entraran en el debate programático, para el que hicimos propuestas muy concretas, pero todas eludían entrar en ese debate.
Dadas las condiciones realmente existentes, el PRCC entendió que no quedaba margen ni tiempo para seguir posponiendo la unidad de los comunistas para la que, si bien no se daban las condiciones ideales que se necesitaban, debía llevarse a cabo sí o sí cuanto antes, ante la ofensiva implacable y acelerada de la oligarquía con la excusa de la crisis.
Lo cierto es que el PRCC hizo todo lo posible, y lo imposible, hasta inmolarse en aras de la Unidad, confiando en que nuestro ejemplo desinteresado y generoso estimulase las actitudes unitarias y favoreciera el desarrollo de nuevas dinámicas en el seno de los comunistas y del conjunto de la izquierda canaria.
Eso no quiere decir que quienes militábamos en el PRCC renunciáramos a nuestros objetivos, sino todo lo contrario, tal como expusimos en el documento Dos consideraciones, cuatro temas de debate y una propuesta que dirigimos al PCPC-PCPE el 31 de enero de 2012, e incluso se recoge en la propia Declaración de unificación. Simplemente, cambiaba el escenario de nuestra lucha.
La valoración que toca ahora, no sólo a quienes militábamos en el PRCC, sino a todos los comunistas, es qué avances se han producido desde esa unificación, qué paisaje queda tras la desaparición del PRCC de la escena política canaria. ¿Ha avanzado la política de unidad comunista? ¿Avanza la política de unidad de la izquierda en torno a un programa anticapitalista? ¿Mejoran el nivel ideológico y político, la formación, los estilos y métodos de trabajo? ¿Nos estamos poniendo a la altura que las tareas del momento requieren?
Sólo si se progresa en esos terrenos, podremos decir que el sacrificio del PRCC habrá sido útil a la causa del comunismo, a la causa de los trabajadores.
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