El derrame del petrolero Exxon Valdez en Alaska sigue siendo “casi tan tóxico” como semanas después de la tragedia de la que este mes se cumplieron 25 años. El desastre se produjo el 24 de marzo de 1989 cuando el buque Exxon Valdez encalló en la bahía del Príncipe Guillermo, en Alaska, tras lo cual derramó al mar 257.000 barriles de crudo.
El vertido es el segundo mayor de la historia estadounidense, después del que se produjo en el Golfo de México en el año 2010 a raíz de la explosión de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon operada por British Petroleum (BP). Un cuarto siglo después, y pese a los 2.000 millones de dólares gastados por Exxon Mobil para limpiar la zona dañada por el Exxon Valdez, se ha recuperado menos del siete por ciento del crudo, dado que las gélidas temperaturas de Alaska dificultaron la disolución del petróleo.
Especialmente trágica es la situación de algunas especies, como las ballenas orcas AT1, una manada genéticamente exclusiva de Alaska llamada a la extinción al haber muerto todas sus hembras. Además, los bancos de salmones salvajes y arenques nunca se han recuperado del todo.
Al respecto Richard Steiner, profesor y biólogo conservacionista de Alaska, quien lideró el programa de respuesta a este derrame, reflexiona sobre las lecciones aprendidas a partir de este desastre y las que no:
1. La "limpieza" de un derrame es un mito. Una vez que se produjo es imposible contenerlo y repararlo.
Exxon gastó más 2 billones de dólares para reparar este derrame, pero recuperó menos del 7 por ciento. British Petroleum gastó más de 14 billones en el derrame de Deepwater Horizon en 2010, y recuperaron sólo el 3 por ciento del petróleo derramado sobre la superficie del mar y las playas.
Rara vez se contiene más del 10 por ciento de un derrame de petróleo. Aunque la industria y el gobierno estén preparados para responder a un derrame, no debemos esperar que ninguna de las respuestas sea eficaz.
2. Los derrames pueden causar daño ambiental a largo plazo. Dejando la retórica de la industria a un lado, los vertidos de petróleo causan daños permanentes al medio ambiente.
Millones de organismos inocentes -mamíferos marinos, aves, peces e invertebrados- murieron a causa del derrame de Exxon Valdez. Un cuarto de siglo después, sólo 13 de las 32 poblaciones, hábitats y servicios monitoreados son considerados "totalmente recobrados" o "satisfactoriamente recobrados".
Algunas poblaciones, como el arenque del Pacífico y la orca AT1 todavía aparecen como "sin recuperar". Mientras tanto, miles de galones de petróleo del Exxon Valdez todavía permanecen en sedimentos de la playa en Prince William Sound.
3. La reparación de un derrame es imposible. Una vez que un ecosistema marino o costero está roto no puede ser arreglado. No hay dinero que repare un ecosistema costero herido. Lo mejor (y lo mínimo) que podemos hacer es protegerlo de daños adicionales, dándole la oportunidad de recuperarse de forma natural.
4. Los funcionarios suelen subestimar el riesgo de un derrame, su tamaño e impacto. No debemos confiar en las afirmaciones oficiales de perforaciones de "bajo riesgo" mar adentro, buques cisterna, o tuberías, ni tampoco en las aseveraciones de la industria en cuanto al tamaño e impacto de sus derrames.
5. La clave es la prevención. Podemos y debemos reducir el riesgo de un derrame lo más posible, sin importar el costo. El sistema de prevención de derrames petroleros en Prince William Sound después del derrame del Exxon Valdez fue sin duda uno de los mejores hasta la fecha.
Desafortunadamente, pocas de estas medidas fueron implementadas en otras zonas de riesgo, como el Ártico, las islas Aleutianas, Puget Sound, el Golfo de México o la Costa Atlántica.
En el caso de Canarias, poner nuestra seguridad en manos de la multinacional Repsol es un auténtico suicidio.
6. La supervisión ciudadana es fundamental. Incluso con el mejor sistema posible de prevención de derrames, siempre habrá errores humanos y fallos mecánicas.
7. La responsabilidad empuja a la seguridad. Para motivar la conducta segura y responsable de la explotación de petróleo, la responsabilidad financiera por los derrames es esencial. El Congreso de EEUU no ha aumentado su presupuesto para derrames en los últimos 24 años, y los límites permanecen vergonzosamente bajos en todo el país.
8. El dinero del petróleo corrompe la democracia. El petróleo es un gran negocio, y su riqueza concentrada distorsiona la gobernabilidad democrática en el mundo entero. El dinero del petróleo fluye libremente en campañas políticas, lobby, sobornos y publicidad. Y los resultados en su propio beneficio pervierten la política pública, como ocurre con los miles de millones de dólares en subsidios anuales a la industria mundial de los combustibles fósiles.
9. Ahora es tiempo de poner fin a la adicción al petróleo. Los derrames son el más visible impacto de esta adicción. Pero también podemos ver los efectos nefastos en la pérdida de ecosistemas, los daños a la salud, la distorsión de los sistemas económicos, las guerras por el petróleo y el cambio climático hoy llegan a cada rincón del planeta.
Cuando ocurrió el derrame del Exxon Valdez el mundo usaba 63 millones de barrilles de petróleo por día y el CO2 en la atmósfera estaba en los 350 ppm. En estos 25 años se usaron más del doble de petróleo – más de 700 mil millones de barriles – que en toda la historia de la humanidad antes de esa fecha. El mundo utiliza 91 millones de barriles al día y los niveles atmosféricos de CO2 están en 400 ppm y siguen creciendo.
10. La necesidad de una sociedad sostenible. La lección trascendente de los derrames de petróleo y otros desastres industriales es que nuestra sociedad está viviendo más allá de la capacidad de la Tierra, destruyendo la biosfera en un modo peligrosamente insostenible.
Desde el derrame de Alaska en 1989, la población mundial ha aumentado de 5 mil millones a más de 7 mil millones, la economía mundial (producto bruto mundial) se ha más que duplicado, agotando recursos energéticos y ecológicos; el mundo ha perdido más de 130 millones de hectáreas de bosques y más de un millón de especies -la mayoría sin nombre y de modo desapercibido. La verdadera lección de desastres como el del Exxon Valdez y de la plataforma Deepwater Horizon es que tenemos que prestar atención a la degradación gradual, poco evidente pero peligrosa de la biosfera, y tomar en serio la sostenibilidad.
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