Los voluntarios de Montpelier y Marsella que acudían defender la libertad la entonaron como canción de marcha, y así entraron en París el 30 de julio de 1792. Los parisinos, en plena revolución, acogieron el himno encantados, y lo bautizaron como La Marsellesa:
Marchemos, hijos de la patria,
que ha llegado el día de la gloria.
El sangriento estandarte de la tiranía
está ya levantado contra nosotros.
¿No oyen bramar por las campiñas
a esos feroces soldados?
Pues vienen a degollar
a nuestros hijos y a nuestras esposas.
¡A las armas, ciudadanos!
¡Formen sus batallones!
Marchemos, marchemos,
que una sangre impura
empape nuestros surcos.
¿Qué pretende esa horda de esclavos,
de traidores, de reyes conjurados?
¿Para quién son esas innobles trabas
y esas cadenas largamente forjadas?
¡Para nosotros, franceses! ¡Oh, qué ultraje!
¡Qué arrebato nos debe excitar!
Es a nosotros a quienes pretenden sumir
de nuevo en la antigua esclavitud
¡Y qué! Sufriremos que esas tropas extranjeras
dicten la ley en nuestros hogares,
y que esas falanges mercenarias
venzan a nuestros valientes guerreros?
¡Gran Dios! Encadenadas nuestras manos,
tendríamos que doblegar las frentes bajo el yugo!
Los dueños de nuestro destino
no serían más que unos viles déspotas.
¡Tiemblen tiranos! Y también ustedes, pérfidos,
oprobio de todos los partidos!
¡Tiemblen! Sus parricidas proyectos
van al fin a recibir su castigo.
Todos son soldados para combatiles.
Si perecen nuestros héroes.
Francia produce otros nuevos
dispuestos a aniquilales.
¡Franceses, como magnánimos guerreros
sufran o rechacen los golpes!
Perdonen estas pobres víctimas
que contra su voluntad se arman contra nosotros.
Pero esos déspotas sanguinarios,
pero esos cómplices de Bouillé,
todos esos tigres que, sin piedad,
desgarran el corazón de su madre...
Nosotros entramos en el camino
cuando ya no existan nuestros mayores;
allí encontraremos sus cenizas
y la huella de sus virtudes.
No estaremos tan celosos de seguirles
como de participar de su tumba;
¡Tendremos el sublime orgullo
de vengarles o de seguirles!
¡Amor sagrado de la patria,
conduce y sostén nuestros brazos
vengadores!
¡Libertad, libertad querida,
pelea con tus defensores!
¡Que la victoria acuda bajo tus banderas
al oír tus varoniles acentos!
¡Que tus enemigos moribundos
vean tu triunfo y nuestra gloria!
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