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Un déjà vu argentino en Europa: Buscar el bienestar

GUILLERMO BELLINGI


A los titulares de los diarios europeos de 2012, si uno reemplaza con Argentina donde dice Italia, España, Grecia, Portugal, se los puede confundir con los titulares de los diarios argentinos de 2001. Por supuesto que hay diferencias en muchas cuestiones, pero hay características principales que se reproducen exactamente. Las causas se parecen. La renuncia a la moneda propia en el caso de la Unión Europea llevó a que países de productividad, competitividad y estructura productiva diversa quedaran unificados en moneda, pero no en políticas, lo cual además reforzó la división interna del trabajo y las estructuras productivas. Como Argentina con su moneda fuerte, eso pudo sostenerse con un tremendo crecimiento del endeudamiento, principalmente de los soberanos. En un contexto internacional dominado por las tasas bajas, como ocurre desde hace ya siete años, el cóctel fue fácil de armar.

La situación se agrava por la especulación financiera que la empeora de modo exponencial al explotar la burbuja que ella misma creó. La caída del empleo, del producto, el acrecentamiento de la deuda pública, de los intereses que por ella se pagan, es decir, los problemas se parecen. Además de la deuda soberana es muy alta la deuda privada en la “periferia” europea, cuyo caso emblemático es España, cuya relación deuda pública sobre PIB es 80 por ciento y 300 por ciento el indicador deuda privada sobre PIB (y como éstos no pueden pagar lo hacen endeudar al Estado, así los acreedores del “centro” cobran). Y lo peor para la situación social es que las propuestas de solución se parecen también. Rescate financiero, búsqueda de generación de confianza, reducción del gasto público, privatizaciones de empresas públicas, postergación de la edad jubilatoria, flexibilización para despidos, socialización de pérdidas privadas, reducciones de salarios son las recomendaciones del manual que organismos internacionales y multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y los presidentes de varios países repiten ya sin mirar hacia dónde los llevan.

Alguien puede aun inocentemente preguntarse cómo es posible que sigan en esa cerrazón o, peor todavía, alguien puede mirar y criticar las políticas económicas de Argentina 2003-2012 pensando que si los cerebros económicos del Primer Mundo aplican recetas ortodoxas, nosotros vamos a estrellarnos mientras Europa se recuperará. Pues hay una explicación, no se trata de cerrazón ni de equivocación, las políticas económicas que la Zona Euro lleva adelante generan importantes ganancias. De eso se trata, no hay torpeza ni errores, sino razón pura: las recetas del manual brindan enormes beneficios a un grupo relativamente reducido de personas que son, casualmente... las que definen las políticas a implementar. Y son acompañados por decisores que no tienen coraje, que también se benefician o bien que compran con plata ajena esos discursos desde cómodas instalaciones, donde pueden incluso llorar para la prensa.

Un pequeñísimo movimiento de tasas, una alteración en la calificación de la deuda soberana, un cero en un balance, una privatización a manos conocidas (que mañana le dará empleo como gerente o asesor estrella), hasta un anuncio de algo que jamás va a pasar son suficientes para generar miles de millones de euros para unos pocos y lo hemos visto. Desde Enron hasta Barclays, pasando por Lehman Brothers y Bankia. Los anuncios de salvataje financiero, de billones de euros o dólares que serán aportados, son útiles para mover unas décimas algunas cotizaciones y con ello aportar beneficios millonarios para pocos.

Téngase una idea de lo que estamos hablando: la suma de la deuda soberana de la zona del euro, que equivale a 90 por ciento de su PBI, es de 8,5 billones de euros. Mientras tanto el desempleo sube, los gastos sociales se achican, los pueblos protestan y la demanda efectiva: esa gente que genera empleo, producción e inversiones se ven obligados a reducir sus presupuestos y así se realimenta la crisis.

La enseñanza de economía suele comenzar explicando que hay una “parte real” y otra “parte financiera”. Evidentemente, aquello que se presente como oposición a la parte real es, definitivamente, irreal. No hay ejemplos válidos para pensar que la recuperación de la confianza de los especuladores permitirá mejorar la situación del endeudamiento para que así retornen las inversiones y crezcan el empleo, el producto y el bienestar. Los factores causales están invertidos: hay que regenerar la demanda con políticas expansivas, que generen empleo y amplíen el consumo y la inversión en producción, que reaccionará al encontrar demandantes con efectivo. Como en el cuento del santiagueño tirado a la sombra del árbol mientras pastan sus animalitos, hay que empezar por las políticas que generan bienestar, de eso se trata la Economía.


(*) Guillermo Bellingi es economista del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (Ciepyc), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.


[Fuente: Página 12]

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