FÉLIX M. ARENCIBIA
Queridos amigos lectores:
Hoy la mañana amanece poco animada por
un Magec un tanto perezoso que se asoma tímidamente a la ventana del
día, ¡quizás esté así por las noticias de la actualidad! Hoy quería
animarles a leer un libro de nuestro escritor Luis Junco. Se
trata de su última obra “Viejas cartografías de amor”, publicada por
Ediciones de La Discreta. Dicho texto conforma una trama novelesca en la
que la pasión amorosa es la protagonista. En ella el autor muestra una
vez más su fascinación por las cartas como medio de relacionarse.
Puede que ello proceda de una vieja magua que ha quedado prendida en
las telarañas de su infancia y que se resiste a morir a pesar de las
nuevas técnicas de la comunicación. Luis Junco, el escritor satauteño,
ha publicado tres títulos que confirman esta mencionada nostalgia:
“Cartas americanas de Prudencio Armengol”, “Las cartas de Santa Teresa” y
este último del que nos ocupamos.
Como les decía, amigos, el amor es el
sentimiento protagónico de “Viejas cartografías de amor”, una novela
corta de estimulante lectura. Luis Junco describe este
sentimiento con exquisita sensibilidad y detalle. En
especial el que encarnan Mercedes y Francisco donde su maestría y el
manejo de las sutilezas del espíritu se dan de la mano para confeccionar
un bello tapiz narrativo. La timidez y el ensueño los dibuja
como en un cuadro a plumilla, pero coloreado con los tonos suaves de la
acuarela. Estas historias de amor que nos cuenta el escritor
canario nos traen a la mente las obras que dedica el maestro Gabriel
García Márquez a este mismo sentimiento. Así tenemos “Amor en
tiempos del cólera”, “Del amor y otros demonios”, “Memoria de mis putas
tristes”. Es difícil dar con una obra de Márquez en la que no celebre y
describa la pasión entre enamorados.
Volviendo queridos lectores a la
novela “Viejas cartografías de amor” hemos de constatar otros matices
de los afectos como lo son el de Micaela y Mauricio y el de Antonia e
Isidro Corrigüela. Ambos están más pegados a la tierra, más
condicionados por las necesidades de la cotidianidad que el de Mercedes y
Francisco. El de Mauricio y Micaela se prestan al filosofar del
ambicioso, aunque también tocado por el ardor amoroso, Jesús Ramírez,
ayudante del juez. El de Antonia e Isidro es un amor en el que se
intercalan otros aspectos como es el caso de la aspiración de Antonia
por una vida diferente, más confortable, de relaciones con las élites
que le saquen del marco de las pequeñeces de miras del pueblo. Ello
contrasta con el apego feliz de su marido a una vida sencilla de pueblo
en contacto con los problemas de la gente más humilde.
El caciquismo que se ha
penetrado a través de tiempo en el alma de los aldeanos se encarna en el
poder del cacique que está representado en “Viejas cartografías de
amor” por Juan, el párroco, y el aspirante a serlo, el ya
mencionado Jesús Ramírez, ayudante del juez Benítez. Frente a las
fuerzas del caciquismo más añejo surgen las del progreso, representadas
por la masonería que quiere darle un vuelco a la historia del
oscurantismo y dominio de unos pocos.
En la obra de Luis Junco,
amigos, aparece el paisaje y la idiosincrasia de la villa donde se
desarrollan los hechos. El autor conoce el terreno que pisa, que vive en
su memoria y lo plasma en el fondo del lienzo literario que logra
crear. Lo hace como lo han hecho otros escritores canarios que
podrían ser Rafael Arozarena, Víctor Ramírez, Luis León Barreto
en sus obras más destacadas como son “Mararía”, “Nos dejaron el muerto”
y “Las espiritistas de Telde”. A ellos podríamos añadir a don Benito
Pérez Galdós en el que sus obras destilan canariedad por los
poros de sus obras a través de bastantes expresiones y vocabulario
isleño. Ello a pesar de desarrollar su vida literaria en Madrid, al
igual que le sucede, en parte, a Luis Junco. Incluso podríamos poner un
ejemplo entre otros tantos, el de William Faulkner con
su prosa incrustada en el alma de su Misisipi natal, en obras como
“Intrusos en el polvo” y “Luz de agosto” y otras. La infancia y la
adolescencia son, amigos, los territorios que conforman las patrias de
los seres humanos y puede que con algo más de fuerza, por su
sensibilidad, en las de los creadores. Esta expresión particular en una
obra literaria del lugar e idiosincrasia de lo vivido es lo que le da el
rango de universal.
Compañeros lectores, la obra “Viejas
cartografías de amor” se puede leer de un tirón o paladearla sorbo a
sorbo. Es interesante que la lean y elijan la forma, yo lo hice poco a
poco, deleitándome en la contemplación de su paisaje literario. Otras
obras de Luis Junco son: “Barranco viejo”, “El asesino de adelfas y
otros crímenes de provincia” y las mencionadas “Las cartas americanas de
Prudencio Armengol”, “Una carta de santa Teresa” etc. Estas dos últimas
han sido publicadas en Ediciones La Discreta.
¡Merece la pena leerla! ¡Hasta pronto,
amigos!
… …
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