Portada | | | Autonomía petrobananera

Autonomía petrobananera

TEODORO SANTANA 


No debería asombrarme, pero me asombro. Leo que nada menos que el presidente del parlamento autonómico canario encarga sus discursos a una empresa privada, que además presta similar servicio al resto de los mandamases de la Mesa de la cámara. El correspondiente contrato de “asesoramiento especializado”, fue adjudicado a PanGar SL el 19 de abril de 2012, mediante procedimiento “negociado sin publicidad” (es decir, por la patilla) por la friolera de 28.000 euros.

Que los miembros de tal engendro autonómico ni se molesten en redactar sus propios discursos ya es grave, teniendo en cuenta que cobran por ello y que además disponen de mucho tiempo libre para juntar la eme con la a, má. Que tengamos que pagarles con dinero público los “negros” que les redactan los discursos es ya una tomadura de pelo.

Pero sigo leyendo y me entero que no es la primera vez que se produce semejante despiporre, sino que ya antes se había “negociado sin publicidad” un contrato similar con la empresa Bediesta SL, por otros 24.000 euros del ala. O sea, que el crimen es continuado. Y revelador, bien del analfabetismo funcional de los próceres coloniales, bien de la falta de ideas que comunicar. Me imagino a los pobres “negros” sudando la gota gorda a ver como envuelven la nada en celofán.

Vicioso de la lectura, tropiezo también con la noticia de que el susodicho parlamento autonómico pidió a la multinacional Repsol –que pretende llevarse crudo el petróleo de Canarias– cien tarjetas de descuento para gasolina para uso y disfrute de los diputados y algún que otro adlátere. Casualmente, la cosa se produce a la par que algunos gerifaltes de CC empiezan a tumbar hacia los intereses de la multinacional petrolera y ponen ojos de cordero degollado a las prospecciones.

Y es que en esta colonia comprar voluntades no parece muy caro. Basta con unos tickets de descuento en el supermercado. Precios africanos, ya se sabe, que todavía hay clases.

Aparte de acordarme de todos sus antepasados, de insultar gravemente –y posiblemente de manera injusta– a sus madres, atribuyéndoles una antigua profesión, de especular con la dureza diamantina de sus caras, y de bramar como un león herido por toda mi casa, el problema es qué hago ahora con esta subida de tensión.

Ya sé, ya sé: no debería leer, que es cosa mala para la salud. Ni escribir, claro, que para eso ya tengo al “negro”.

A ver cómo me termina el artículo. Señor, qué cruz.

Artículos relacionados