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El llamamiento de EEUU a la intervención en Siria podría ser una línea vital para Israel

CATHERINE SHAKDAM 


Mientras las reclamaciones conflictivas sobre el uso de armas químicas en Siria siguen siendo noticia en el mundo, con los factores opuestos acusándose mutuamente de crímenes de guerra -de acuerdo con uno de los protocolos de la Convención de Ginebra, el uso de gas venenoso, agentes químicos, gases asfixiantes y todos otras armas bacteriológicas está estrictamente prohibido y se clasifica como crímenes de guerra- Washington ha estado preparando poco a poco a la audiencia para una posible intervención militar directa en Siria.

Si bien la idea de las botas estadounidenses sobre el terreno sigue siendo muy hipotético, dado que el presidente de EEUU Obama tendría no sólo que eludir el Consejo de Seguridad de la ONU y convencer a sus principales aliados occidentales -Francia y el Reino Unido- de que otro conflicto potencialmente prolongado en la región podría servir a sus intereses inmediatos, antes de poder presentarse ante el Congreso y pedir una declaración de guerra contra Siria, los últimos movimientos militares cerca del Levante señalan un cambio definitivo de sintonía.

Si la tormenta bélica aún no ha de comenzar, los negros nubarrones se están aglutinando, sin duda, premonitorios y amenazantes en el horizonte.

Hay que entender, cuando se mira al conflicto sirio, que aunque Washington está tratando de jugar su carta moral más alta, con el argumento de que su principal preocupación es salvaguardar la vida de los civiles, es en realidad sus propios intereses y los de su principal aliado y protector, Israel, lo que el gobierno de Obama está tratando de proteger, defender y promover.

Si en 2011, Siria parecía una victoria fácil, dada la velocidad con la que los revolucionarios en Egipto y Túnez derrocaron a sus respectivos regímenes, las potencias occidentales se dieron cuenta de que el presidente Al-Assad no era de hecho un objetivo fácil y que, por lo tanto, cierto nivel de intervencionismo militar debería tener lugar, si pretendían recuperar el control de la situación.

El intento de golpe de Estado sirio, que se escondió detrás del velo del despertar islámico, está ahora en todo el esplendor de su carácter engañoso. Aquellos que en 2011 sonreían y se encogían de hombros ante las advertencias del presidente Al-Assad sobre un complot extranjero, ahora se destacan en la consternación ante la destrucción que las potencias occidentales trajeron a la nación siria, al darse cuenta de que las palabras de su presidente eran ciertas.

Al igual que Washington utilizó militantes de Al-Qaeda en Afganistán para luchar contra Rusia en la década de 1980, Occidente ha estado financiando militantes para oponerse al Ejército sirio, corriendo el riesgo de incendiar el Levante. La llegada a la región de los militantes la ha convertido en un hervidero sectario, con las comunidades suní y chií levantándose por doquier en condena por la muerte de sus hermanos.

Un pueblo que estuvo una vez unido, ahora se encuentra dividido.

Occidente ha trabajado para demonizar al Gobierno sirio y sus aliados -Irán y Hezbolá- garantizando, a través de su control de los medios de comunicación, que sólo su verdad salga a la luz, manipulando por lo tanto, no sólo a los espectadores occidentales, sino a los árabes en todas partes.

En un momento en que graves alegatos de asesinato masivo son lanzados por todas partes, la cautela es obligatoria. Sólo hay que mirar a la historia y la trayectoria de manipulaciones y mentiras de Estados Unidos y, simplemente, tomar los informes de los medios en su valor nominal. No hace mucho tiempo, el Pentágono afirmó que Irak estaba fabricando armas de destrucción masiva. Al final, resultó que tales armas nunca fueron encontradas, pero cuando los periodistas desafiaron al entonces presidente W. Bush, el nuevo mantra de los Estados Unidos fue que había liberado al pueblo iraquí y llevado la democracia a la región; para entonces, las armas de destrucción masiva se habían convertido en un argumento irrelevante.

A la luz de tal engaño, sería natural ponderar no sólo las reclamaciones de Washington contra Siria, sino también ver sus motivos.

Al parecer, Irak y su riqueza petrolera presentaron una oportunidad económica demasiado grande para que los EEUU lo dejaran pasar... ¿Qué podría Siria traer a la mesa norteamericana? O mejor, ¿podría Siria representar también una gran amenaza para Israel como para ignorarla? Y, de esta forma, ¿para que Washington actúe en consecuencia?

Al mirar el conflicto sirio se necesita mirar allende a una simple postura ética, y más a una enfocada en la prioridad geoestratégica inmediata de Israel en el Levante, para entender lo que realmente está en juego.

Con la formidable alianza de Hezbolá, Siria, Irán e Irak, Israel se siente incómodo en la región, especialmente desde que el derrocamiento del antiguo presidente egipcio, Hosni Mubarak, en 2011, significó la pérdida de su principal aliado en la región.

Si hace algún tiempo Israel se encontraba en un oasis de calma en medio del flujo y reflujo revolucionario de la región, la llegada a Siria de militantes ha resultado cada vez más difícil de manejar, sobre todo porque estos grupos han demostrado que no tienen otra ambición que aniquilar a Israel.

Mientras Al-Qaeda sólo podía soñar con tener que mirar a las colinas de la antigua Palestina, la yihad global ha elegido domicilio junto a las fronteras de Sión, literalmente, mirando fijamente a la misma gente que quiere ver destruida, inquietando, por consiguiente, a las autoridades de Tel Aviv.

Si Israel ha aprendido a lo largo de décadas a hacer frente a sus némesis naturales en la región inmediata -Hezbolá y Hamas- poniendo en marcha algunas reglas de enfrentamiento, la yihad global es un nuevo monstruo, uno que no tiene cabeza o una estricta cadena de comando. Por otra parte, mientras Hezbolá y Hamas son facciones políticas legítimas con una agenda definida y, por lo tanto, con una estrategia y política exterior, la única finalidad de la yihad global es destruir, su lealtad es a su ideología terrorista, no a un pueblo, lo que no sólo es peligroso, sino impredecible.

Israel se percató de la realidad de vivir tan cerca de militantes terroristas reales, cuando el 20 de agosto, tres grupos yihadistas dispararon cohetes contra sus territorios -las brigadas Ansar Beit al-Makdas, Abdolá Azzam y las compañías de Ziad Jarah.

Teniendo esto en cuenta, se puede entender ahora por qué Washington parece tan decidido a enviar tropas sobre el terreno; sólo necesita encontrar una historia apropiada como fachada, las armas químicas.

El secretario de Defensa de EEUU, Chuck Hagel, confirmó el sábado que un cuarto buque de guerra de EEUU había sido desplegado en el Mediterráneo a la espera de una intervención militar.

Otros tres destructores están desplegados allí -el USS Gravely, el USS Barry y el USS Ramage. Los cuatro buques de guerra están equipados con misiles de crucero Tomahawk.


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